sábado, 9 de mayo de 2009

De pelusa al barrilete cósmico... un pirata

Había una vez, en un barrio de cartón y madera curtida por fríos vendavales, la ilusión de un pirata de los sueños, que viajaba más allá de las circunstancias. Corsario atrevido que pregonaba su fantasía de ganar un mundial y consagrarse en primera, cuando todavía era un purrete descalzo en el barro de Fiorito.

Fue pirata porque creció en la soledad de alguien que purga condena por transitar el camino de los ídolos, de allí que le aconteciera tanta malaria después de la buena. Pasó de descubrir los tesoros riquísimos de las mieles del fútbol, el poder, el jet set y tantas otras mierdas, a la vereda de las sombras, a la oscuridad y, por momentos, al planeta de lo olvido.


Curtido como pocos, deslumbró a los ojos de la ciencia, con parábolas increíbles para una esfera que se pega a su pie como imantada, aún en los tiempos actuales, cuando el blanco de las canas comienza a surcar la tintura negra de los cabellos ondulados que flanquean su rostro. No habrá profesor de Matemática, Física o Astronomía que puedan teorizar sobre la pegada de un pie zurdo, capaz de colocar el balón en los confines del mundo.

Diego Armando Maradona nació en Lanús, el 30 de octubre de 1960. Considerado como uno de los mejores en la historia de este deporte, siendo elegido como el Mejor Jugador del Siglo con el 53,6% de los votos en una votación oficial realizada en el sitio web de la FIFA y obteniendo la tercera ubicación en una encuesta efectuada por los miembros de la Comisión del Fútbol de esa institución.

Maradona consiguió importantes logros deportivos, tanto con la Selección Argentina como con algunos de los clubes en los que jugó. Con la selección consiguió la Copa Mundial de 1986, el subcampeonato en la Copa Mundial de 1990 y el Mundial Juvenil de 1979. Sus logros más importantes a nivel de clubes los obtuvo jugando para el Nápoles de Italia, donde ganó una Copa de la UEFA y los únicos dos scudettos que posee la institución.


Fue bucanero porque de entre tanta tristeza siempre se las ingenió para robarnos una sonrisa, a los pobres, a los desdichados, al pueblo, que confió en el genio de la pelota, en el barrilete cósmico capaz de sortear los más anchos planetas.

Ancló en el puerto de las adicciones y quedó varado durante extensos días a la espera que campeara la tormenta para volver a zarpar. Cuando las luces de un estudio de tv le guiñaron el ojo para seguir, zarpó a la mar, nuevamente, como un marino ducho en las tempestades. Sin embargo, para aquellos que supimos admirarlo en tierras aztecas, deambulaba en nuestras mentes, que ese no era su lugar.

Hoy, sonrisa a flor de piel, ocupa el sitio que siempre quiso tener, ese que le hace bien a su cuerpo, a la mente, al corazón. No le ahorra dolores de cabeza, pero lo mantine ocupado y lejos, ¡ojala!, de los interesados de turno, de los intermediarios malvivientes, de las pestes narcóticas.

Fue corsario único, porque hasta a los mismos piratas les robó, en un mediodía soleado de suelo mexicano sin gripes porcinas. Como borrar de la mente, un estilete inspirado, que pasaba urgente por las cercanías de azorados ingleses con cara de nada, desparramando talento y voluntades toscas de los rivales. No olvidar que una mano fina y un puño de victoria le robaron a la corona que nos usurpó la geografía.

¡Basta de discusiones innecesarias sobre Maradona! ¡Diego es y será, solamente fútbol!, y en esas cuestiones, únicamente, es donde hay que analizarlo; con resultado ya conocido: el mejor.

Eduardo Ferrer

viernes, 10 de abril de 2009

Dignidad Socialista

Nació el 30 de abril de 1925 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. A los 18 años recibido de maestro en Avellaneda, se instaló en un lejano pueblo del Chaco santafesino para comenzar sus primeros años como docente rural. De allí regresó para cumplir con el servicio militar.

En Buenos Aires inició luego su militancia gremial, hasta llegar a participar en la redacción del Estatuto del Docente y protagonizar la unificación de su gremio en la CTERA, de la cual fue secretario general. Se apartó en 1957 del Partido Socialista que presidía Américo Ghioldi por su oposición a que sus compañeros integraran la Junta Consultiva, creada por los militares que derrocaron a Juan Domingo Perón en 1955.

El 8 de septiembre de 1977 Bravo fue secuestrado por un grupo de tareas mientras daba clases nocturnas de castellano en una escuela de Primera Junta. Permaneció desaparecido hasta el 2 de septiembre y recién fue liberado en 1979. La tortura le dejó secuelas vasculares en sus piernas. Cuando salió de la cárcel militó en defensa de los derechos humanos en la APDH, y con el gobierno de Raúl Alfonsín, fue designado subsecretario de Estado del área de Educación, cargo al cual renunció por la Ley de Punto Final y la Obediencia Debida.

En las primeras horas del 26 de mayo de 2003, sufre un ataque al corazón y fallece, el mismo día que asumía el presidente Néstor Kirchner. Sus restos fueron velados en el Salón de los Pasos perdidos, ante muestras de afecto de una amplia gama de personajes... dice la fría estadística de una biografía que apunta datos destacados de su vida.

Don Alfredo fue un verdadero ejemplo de lucha y de honestidad, poco emparentado con la política contemporánea de los arreglos trasnochados, corruptos y ausentes de principios partidarios. Se fue de los lugares que le aseguraban el amparo del poder, cuando esa misma mano gigante atropellaba los derechos humanos y de los humildes. Peleó sin cuartel, contra los que salían de los cuarteles.

Entendió que la mejor arma que un ser humano puede esgrimir es la palabra, tanta veces más afectuosa, tantas otras más letal. La cultivó en las dos profesiones que amó con su alma: la docencia y la política.

Cultivaba el romanticismo del viejo Socialismo de principios de siglo con la prática moderna de la defensa de los trabajadores en la era post peronista. Era un caballero capaz de soportar una discusión con su propio torturador y las huellas en su cuerpo no le permitían espetarle insultos, porque, ante todo, valía el respeto. De todas maneras, se crispaba ante la injusticia y hacía oír su tono más áspero en las discusiones legislativas, cuando se burlaba el honor de las personas.

Gallina riverplatense de pura cepa, defensor absoluto de la democracia, rival fiel del alfonsinismo y del peronismo de los ochenta, orgulloso y desmoralizado por el paso a la práctica de la Alianza, forjador de la unión sindical docente, fue Alfredo Bravo, uno de los pocos dirigentes argentinos que podrá esgrimir siempre en su currículum: honor, dignidad y respeto por los principios.

Eduardo Ferrer

sábado, 7 de marzo de 2009

El Eternauta

Cuando se habla de historieta en la Argentina, es imposible no remitirse a un clásico del género, uno que, por sus características, se transforma en único e inigualable. Combina una dosis de ciencia ficción exacta, con túneles ocultos de la realidad, tan oscuros como los crímenes que perpetuaba la dictadura militar, en esa época.

La rebeldía y el compromiso, intentaban sortear la censura y el autoritarismo. Había que ser creativo, genial, para inventarse un “mundo de cuento” que desmitificara a la realidad. Un universo donde era posible denunciar, pero, a la vez, se seguía corriendo el riesgo de hacer público lo que palpitaba en el corazón de un artista.

Es que Héctor Germán Oesterheld fue un artista comprometido con la realidad, partiendo desde lo abstracto, pero sin olvidarse de la responsabilidad que le correspondía frente al conjunto social. Nació en Buenos Aires, el 23 de julio de 1919. En 1957 fundó Editorial Frontera, que comenzaría publicando versiones noveladas de las historietas de Bull Rocket y el Sargento Kirk. El éxito impulsó a publicar las revistas Hora Cero y Frontera, la mayor parte de cuyos contenidos escribía él mismo.

El siguiente personaje de renombre creado fue Ernie Pike, un corresponsal de guerra que relata batallas de la Segunda Guerra Mundial. El 4 de septiembre de 1957 apareció el personaje más exitoso: El Eternauta, con dibujos de Francisco Solano López, en Hora Cero semanal. La historia, que habla sobre un viajero de la eternidad que se aparece en casa del propio Oesterheld y le cuenta la historia de una terrible invasión extraterrestre en Buenos Aires, se publicó por entregas semanales hasta 1959, con un gran éxito.

Su obra fue adquiriendo progresivamente mayores tintes de compromiso político. Por 1968 la editorial Jorge Álvarez decidió realizar biografías de figuras de América Latina adaptadas a la historieta. Se realizó una sobre el Che Guevara y se planeaba una segunda sobre Eva Perón, pero al salir a la venta el gobierno militar secuestró los originales. Escribió en colaboración con Breccia una nueva versión del Eternauta, con un guión políticamente más comprometido. La publicación fue cancelada.
Es el Eternauta uno de los personajes más maravillosos de la literatura argentina, sino el más, porque expresa un juego de "doble realidad". Además, su historia recorre lugares geográficos comunes, aquellos que, circunstancialmente o por obligación, solemos transitar en lo diario. A eso le agrega la dosis exacta de ciencia ficción, que se permeabiliza por los lugares más oscuros de la realidad, que trae consigo el último proceso de facto.
Durante la dictadura militar de 1970 en Argentina, el autor se unió, junto con sus hijas, a la agrupación guerrillera Montoneros, de la que fue jefe de prensa. En 1976 se hizo una reedición de El Eternauta, y su éxito motivó la creación de una segunda parte: El Eternauta II, mostrándolo como un caudillo que guiaba a un pueblo oprimido para alzarse contra un gobierno opresor y derrotarlo a cualquier precio. Esto generó conflictos con Solano López, quien no estaba del todo de acuerdo, y presiones constantes de parte del gobierno.

Oesterheld pasó a la clandestinidad, desde donde finalizó el guión, y el 27 de abril de 1977 fue secuestrado por las fuerzas armadas en La Plata, junto con sus cuatro hijas: Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18). Nunca más volvió a ser visto, y se convirtió en uno de los 30.000 desparecidos por el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Suele asegurarse que su "desaparición" se debió al malestar que producía a la dictadura su biografía del Che Guevara, al alto compromiso político de El Eternauta y a su militancia en Montoneros.
La impronta de un artista, concluida sobre el papel, con la ayuda de un lápiz que garabatea dibujos, palabras, luces y sombras, es una expresión acabada de ideología. Algunas son claras y otras, extremadamente difusas. Nótese allí, la mejor cualidad de Oesterheld, quien fue capaz, desde un género muchas veces negado por la literatura tradicional (o lo que es peor, tratado con un status menor), de dejar sentadas claras opiniones respecto al mundo que lo rodea.
Su pasión por los personajes de las historiestas, es tan fuerte como su compromiso político y social, lo que hace que su personalidad, irremediablemente, se encuentre en los perfiles del Eternauta y tantos otros. Sus narraciones, así como su lucha por una existencia diferente, plagada de utopías, merecen esta nota que hoy se escribe.
Eduardo Ferrer

sábado, 7 de febrero de 2009

El denunciante de la oligarquía conservadora


Muchas veces he intentado ensayar con mis alumnos una
suerte de panteón de héroes históricos o, más bien,
reformular el ya existente, vetusto, moribundo e injusto. Cuando ellos proponen distintos nombres, yo cambio esas palabras por la solicitud de condiciones para ocupar un sitial de preponderancia en la historia de un pueblo.

Quizás movilizados por lo que han sido las actitudes contemporáneas de las clases dirigentes y lo que se va descubriendo sobre el pasado, los chicos prefieren rescatar aquellas actitudes reñidas con la corrupción, por ejemplo, la honestidad. Es increíble, pero dicho ejercicio siempre nos lleva a un mismo lugar, mejor dicho, a una misma persona: Lisandro de la Torre.

Nació en Rosario el 6 de diciembre de 1868. Su padre, Don Lisandro, había comenzado a amasar una fortuna como comerciante y la consolidó como estanciero. A los 20 años se graduó como abogado con su tesis sobre el gobierno municipal y regresó a Rosario donde tomará contacto con los círculos políticos opositores a la política de Juárez Celman que confluirán en la formación de la Unión Cívica en 1889. En julio de1890, se trasladó a Buenos Aires y participó activamente junto al sector de Leandro N. Alem en la Revolución del Parque.

Desde ese punto inicial, la política fue una pasión que abrazó con todas las fuerzas y que le dolió en el corazón tener que abandonar. Luego de militar varios años con el radicalismo e ingresar a las legislaturas provincial y nacional, conformó dos movimientos partidarios: la Liga del Sur y el Partido Demócrata Progresista. Este último, fue durante mucho tiempo una fuerza de gran raigambre entre los santafecinos.

En octubre de 1920, tuvieron lugar las elecciones para constituyentes con el objetivo de reformar la Constitución provincial de Santa Fe. La labor de la convención transformó a la nueva carta magna en una de las más avanzadas y progresistas de la época con enorme aporte de la Democracia Progresista. Eliminó a la religión católica como credo del estado, dedicó un capítulo especial a los derechos laborales, creó la Corte Suprema de Justicia y un Jury de enjuiciamiento para los magistrados. El gobernador de la provincia, el radical Mosca, futuro candidato a vicepresidente, rechazó todo lo actuado por la convención

Lo más destacado del dirigente litoraleño fue su enjundia para luchar contra aquella clase hegemónica que había sido su propia cuna. Por ideales, no entendía la barbarie y la corrupción instaladas en la oligarquía, así como defendía a “capa y espada” el sistema democrático. Propuesto por el gobierno militar del 30’ para ocupar un Ministerio, sostuvo una negativa rotunda, quedándose en su casa hasta el retorno del régimen político, viciado del fraude.

Las elecciones de 1932 lo encuentran en un excelente segundo lugar, compartiendo fórmula con otro ejemplar dirigente: Nicolás Repetto del Partido Socialista. La dupla y ambas fuerzas partidarias poco pudieron hacer contra la instalación del conservadurismo, luego de la dictadura de Uriburu. Sin embargo, a partir de allí, comenzaría a escribirse la página más heroica de Lisandro en la política vernácula.

Ese mismo año, Luciano Molinas es elegido gobernador de Santa Fe y de la Torre Senador Nacional junto a Enzo Bordahebere. Juntos cumplen una labor prolífica en el Congreso, denunciado los negociados de la fuerza conservadora con los frigoríficos de capitales británicos y yanquis. Por el pacto Roca–Runciman, Inglaterra sólo se comprometía a seguir comprando carnes argentinas siempre y cuando su precio fuera menor al de los demás proveedores. En cambio, la Argentina aceptó concesiones lindantes con la deshonra: liberó los impuestos que pesaban sobre los productos ingleses y se comprometió a no permitir la instalación de frigoríficos argentinos.

Se creó el Banco Central de la República Argentina con funciones tan importantes como la emisión monetaria y la regulación de la tasa de interés, en cuyo directorio había una importante presencia de funcionarios ingleses. Finalmente, se le otorgó el monopolio de los transportes de la Capital a una corporación británica. Enfrascado en su lucha contra estos negociados corsarios, de la Torre continuó ejerciendo una batalla sin tregua en su labor, lo que le valió que matones de turno, intentaran acabar con su vida, atentando en pleno recinto legislativo. La balacera dio en el cuerpo de su compañero de bancada, quien cayó fulminado.

Tiempo después, don Lisandro, abatido por la injusticia imperante en su país, decidió acabar con su vida, disparándose: "…desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento, me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo". Será imposible que un hombre de tamaño honor, quien debiera ser considerado ejemplo y maestro de las clases dirigentes (que no suelen seguir su modelo de conducta), sea olvidado por la historia y, en todo caso, merece el reconicimiento de un pueblo, por el que fue mártir.

Eduardo Ferrer

sábado, 8 de noviembre de 2008

Fuera de la ley

Bandidos rurales, difícil de atraparles… Jinetes rebeldes por vientos salvajes… Bandidos populares, difícil de atraparles… Igual que alambrar estrellas en tierra de nadie. Palabras que León Gieco utilizó, en uno de sus temas más cantados, para describir las particularidades de una serie de personajes que deambularon por diversos destinos de la Argentina, pero con una premisa común: partir de un destino humilde para enfrentarse a los más poderosos y defender a los débiles.

Claro está, semejante mérito, muy importante por cierto, no alcanza para convertirse en protagonista de un “Prócer por ser”, incluso algunos, bien podrían utilizar en desmedro, que fueron delincuentes, vivieron fuera de la ley para cometer sus tropelías. Sin embargo, debiéramos volver a analizar la afirmación del párrafo anterior y pensar que, en un país signado por los atropellos de los sectores pudientes sobre las clases populares, cualquiera que tomara la bandera de su defensa, debería recibir una categorización destacada.

Además, el vivir “fuera de la ley”, entre comillas, porque se entiende por el marco normativo a todo aquello que le convenía a la oligarquía y los sectores dominantes, era un síntoma de anécdotas que muchas veces tenían más de literario, de transmisión de generación en generación, que de asidero real. La pobreza era, para esos pocos privilegiados, signo de delincuencia, una afirmación muy similar a ciertas voces que escuchamos en la actualidad.

Se habla de bajar la edad de imputabilidad, cuestión, que es cierto, tiene que volver a tratarse, pero muy poco se dialoga sobre hacer hincapié en la educación del conjunto ciudadano y, sobre todo, en aquellos sectores menos incluidos, los que siempre parecen quedar fuera del sistema. Esas porciones de la población que quedan a merced de los “aprovechadores de turno”, quienes les roban las mínimas tajadas que el Estado les puede alcanzar.

Ante estas realidades, bien vale la pena levantar entonces, la figura de los “bandidos rurales” que vengaron la suerte de los desposeídos. Hay mujeres como Martina Chapanai en Cuyo, “santos” que han cambiado su fechorías por divinidades, como el gaucho Antonio Gil, y tantos otros, fruto del cruce de fuentes judiciales con historias de ficción. De ellos, dos se destacan: Juan Bautista B o Vairoletto, según datos oficiales o creencias populares y Segundo David Peralta, más conocido por su seudónimo: “Mate Cocido”.

Dice Gieco: “Nacido en Santa Fe en 1894, cerca de Cañada, de inmigrantes italianos, Juan Bautista lo llamaron, de apellido Bairoletto. Bailarín sagaz, desafiante y mujeriego, Winchester en el recado, dos armas cortas también, un cuchillo atrás y un caballo alazán. Raya al medio con pañuelo, tatuaje en la piel. Se enamoró de una mujer que pretendía un policía, lo golpeó, lo puso preso un tal Farach Elías. Andate de Castex le dijo… corría el año 1919. Antes de irse, fue al boliche a verlo al fulano, con un revólver en mano. Le agujereó el cuello y lo dejo tirado ahí. Ahora sí fuera de la ley.
Por el mismo tiempo hubo otro bandolero… 19 veces preso. Al penal de Resistencia lo extradita el Paraguay, allí conoce a Zamacola y Rossi por el 26, 1897 en Monteros, Tucumán, el día 3 de marzo lo dan por bien nacido: Segundo David Peralta, alias Mate Cocido. Entre Campo Largo y Pampa del Infierno, el pagador de Bunge y Born le da 6.000 por no ser muerto. Gran asalto al tren del Chaco, monte de Saénz Peña, Anderson y Clayton firma algodonera, 45.000 a Dreyfus le sacaron sin violencia. El gerente Ward de Quebrachales 13.000 le entrega, secuestro a Negroni, Garbarini y Berzon. Resistió fuera de la ley.”

Ambos nacieron y vivieron en la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX, un país en el que todo era patrimonio de un grupo de privilegiados, una oligarquía que dominaba los destinos políticos y económicos de la región, sostenida por sus relaciones comerciales con Inglaterra y amparando su poder en el monopolio del uso de la fuerza. Muy pocos eran capaces de rebelarse ante semejante opresión y menos para asumir la causa de una mayoría pobre. Las rutas de ese desafío, las recorrieron Bairoletto y Peralta, pagando con sus vidas las pérdidas que les causaron a pudientes y represores.

“Bairoletto cae en Colonia San Pedro de Atuel, el último balazo se lo pega él… Sol, arena y soledad, cementerio de Alvear, en su tumba hay flores, velas y placas de metal. El último romántico lo llora Telma. No sabrán de mí, no entregaré mi cuerpo herido… ¿dónde está Mate Cocido? Corría el 36 y lo quieren vivo o muerto 2.000 de recompensa, se callan los hacheros. Logró romper el cerco de un tal Cáceres torturador de Gendarmería que tenía información.”

Tuvieron la suerte de conocerse en vida y planearon ciertas tropelías, las más temerosas no pudieron llevarlas a cabo, pero sus bandas actuaron juntas en otros episodios. Románticos, heroicos, temerarios; protagonistas de cualquier cuento real, bandidos, claro que sí, pero conscientes del lugar social que ocupaban, solidarios con sus hermanos de origen y honestos, de principio a fin, con las motivaciones de sus causas. Próceres de la defensa de los humildes para muchos y con eso les alcanza para ocupar esta sección.

“En un lugar neutral, creo que por Buenos Aires, se conocen dos hermanos de este barro, de esta sangre, y dejan un pedazo del pasado aquí sellado y deciden golpear al que se roba el quebrachal. Por eso las dos bandas cerquita de Cote Lai, mataron a un tal Mieres, mayordomo de La Forestal. Se rompió el silencio en balas, robo que no pudo ser. Dos fuera de la ley.”

viernes, 17 de octubre de 2008

La abanderada de las causas sociales

Las introducciones son estériles cuando el personaje es capaz de superar todo tipo de límites y, sobre todo, en una sección como ésta, donde el planteo central proviene de una mayoría de personajes desconocidos para el común de la gente. Decir Eva Perón, debería bastar para clarificar de quien se va a hablar, de aquí en más, y tratar de certificar, al final de este artículo, su estatura de merecimientos para ser protagonista de este segmento.

Cabe aclarar, de antemano, que el autor, aún a costa de mofarse de la objetividad, cree fervientemente que Eva es merecedora del “Prócer por Ser”, sin siquiera discutir de banderías políticas o creencias absurdas. Hasta podríamos debatir su impronta frente a la de quien fuera su marido, y así como empardaría o caería derrotada en algunas asignaturas, bien podría salir triunfante en tantas otras.

María Eva Duarte o Ibarguren, tal su real apellido, nació el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, aunque hay algunas otras investigaciones que sostienen su natalicio en la ciudad de Junín, donde se trasladó trece años más tarde. El lugar exacto del nacimiento, según los testimonios más certeros, sería Campo La Unión, muy cerca de la Comunidad Mapuche del Cacique Coliqueo.

Como todo personaje de relevancia, las discusiones en torno a su persona y a los hechos que protagonizó, pueden contarse por doquier. Cierto es que, en el derrotero de su vida, viajó a Buenos Aires, en el año 1935, para probar suerte como actriz de radioteatro y cine. En 1944 conoció al Coronel Juan Domingo Perón, con quien se casará en 1945. El 17 de Octubre de ese mismo año, se produce el acontecimiento de movilización popular más importante de la historia argentina, que permite liberar a su marido y, prácticamente, convertirlo en el nuevo Presidente de la República.

Ahora, si bien no es destacada su participación en semejante acto de espontaneidad de tantos sectores de la sociedad, una vez arribado Perón a la máxima magistratura, la obra de Evita cobra una relevancia inusitada. Se convierte en la portadora de los reclamos de los trabajadores, en un país que provenía de una larga dominación de los sectores oligárquicos, con un solo interregno durante el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen.

Negocia y presiona a los grupos de poder que iban en contra de las necesidades populares (Iglesia tradicional, terratenientes y algunos empresarios), lo que le valdrá una enemistad garantizada, que no la hará retroceder ni un paso en sus intenciones. Es más, convencida que la ayuda social era imprescindible, propone la creación de la Fundación Eva Perón, profundizando las tareas de contención que antes realizaban las mujeres acomodadas de la Sociedad de Beneficencia, para lavar culpas por tener tanto dinero. Obviamente, para ellas, la Primera Dama, sólo colabora a través de su intencionalidad política.
“Aquí también, como en todo el mundo, la injusticia social de muchos años ha dejado en todos los rincones del país dolorosos recuerdos de su pasado. Cuando Perón tomó la bandera de la justicia social, los argentinos sumergidos eran infinitamente más que los pocos privilegiados que emergían. Pocos ricos y muchos pobres.”

Ese último dato, es una discusión constante a la hora de reflexionar sobre el Peronismo en general: vale más la ayuda concreta y real que recibieron los sectores menos favorecidos del conjunto social o las implicancias e intereses que podrían haber tenido ese tipo de políticas. Dialogar sobre los intereses nos llevaría largo tiempo, ser claro respecto a las acciones concretas, no adquiere ningún síntoma de duda; las obras y el cuidado de esos sectores desprotegidos, podían palparse por doquier: policlínicos, escuelas, hogares de tránsito y de ancianos, la ciudad infantil y la ciudad estudiantil, colonias de vacaciones y espacios de esparcimiento para el pueblo, trenes de ayuda que llegaban con remedios y juguetes a sitios impensados.

Pero no solo esa fue la lucha de Eva Perón, sin lugar a dudas, su emblema de mujer lo trasladó a la consecución de derechos para las de su género, en un mundo todavía plagado de “machistas”. Participó activamente en la sanción del voto femenino a través de la Ley 13.010 (proyecto que en su momento intentó llevar adelante el Socialismo), que impulsó la participación de las mujeres en política y creó el Partido Peronista Femenino.

“Porque vi que la mujer no era tenida en cuenta, ni en lo material ni en lo espiritual y porque advertí que a mujer era una reserva moral y espiritual, me puse al lado de todas las mujeres de mi país para bregar con ellas denodadamente, no solo por nuestra reivindicación sino también por la de nuestros hogares, de nuestros hijos y de nuestros esposos.”

Es probable que también pueda sentenciársela por otras actitudes: el apoyo de censura a la Prensa, su convivencia con algunos gobiernos fascistas europeos y un carácter indomable, que la mostraba irascible con sus detractores. Sin embargo, es envidiable que una mujer, de tan solo 27 años, haya trepado hasta semejante pedestal y se convierta hacia los 33, en la figura indiscutida de un segmento enorme de la población.

Propuesta el 22 de agosto de 1951 como candidata para las elecciones de noviembre, renuncia a serlo el 31 de agosto de ese mismo año, presionada por los grupos de poder con los que se habían granjeado antipatías. Ya enferma de cáncer, muere en Buenos Aires el 26 de julio de 1952, la que quizás fue la mujer más relevante de la historia argentina, amada por tantos y exonerada por otros, pero sin lugar a dudas, con un compromiso social altísimo para con su Pueblo.