sábado, 8 de noviembre de 2008

Fuera de la ley

Bandidos rurales, difícil de atraparles… Jinetes rebeldes por vientos salvajes… Bandidos populares, difícil de atraparles… Igual que alambrar estrellas en tierra de nadie. Palabras que León Gieco utilizó, en uno de sus temas más cantados, para describir las particularidades de una serie de personajes que deambularon por diversos destinos de la Argentina, pero con una premisa común: partir de un destino humilde para enfrentarse a los más poderosos y defender a los débiles.

Claro está, semejante mérito, muy importante por cierto, no alcanza para convertirse en protagonista de un “Prócer por ser”, incluso algunos, bien podrían utilizar en desmedro, que fueron delincuentes, vivieron fuera de la ley para cometer sus tropelías. Sin embargo, debiéramos volver a analizar la afirmación del párrafo anterior y pensar que, en un país signado por los atropellos de los sectores pudientes sobre las clases populares, cualquiera que tomara la bandera de su defensa, debería recibir una categorización destacada.

Además, el vivir “fuera de la ley”, entre comillas, porque se entiende por el marco normativo a todo aquello que le convenía a la oligarquía y los sectores dominantes, era un síntoma de anécdotas que muchas veces tenían más de literario, de transmisión de generación en generación, que de asidero real. La pobreza era, para esos pocos privilegiados, signo de delincuencia, una afirmación muy similar a ciertas voces que escuchamos en la actualidad.

Se habla de bajar la edad de imputabilidad, cuestión, que es cierto, tiene que volver a tratarse, pero muy poco se dialoga sobre hacer hincapié en la educación del conjunto ciudadano y, sobre todo, en aquellos sectores menos incluidos, los que siempre parecen quedar fuera del sistema. Esas porciones de la población que quedan a merced de los “aprovechadores de turno”, quienes les roban las mínimas tajadas que el Estado les puede alcanzar.

Ante estas realidades, bien vale la pena levantar entonces, la figura de los “bandidos rurales” que vengaron la suerte de los desposeídos. Hay mujeres como Martina Chapanai en Cuyo, “santos” que han cambiado su fechorías por divinidades, como el gaucho Antonio Gil, y tantos otros, fruto del cruce de fuentes judiciales con historias de ficción. De ellos, dos se destacan: Juan Bautista B o Vairoletto, según datos oficiales o creencias populares y Segundo David Peralta, más conocido por su seudónimo: “Mate Cocido”.

Dice Gieco: “Nacido en Santa Fe en 1894, cerca de Cañada, de inmigrantes italianos, Juan Bautista lo llamaron, de apellido Bairoletto. Bailarín sagaz, desafiante y mujeriego, Winchester en el recado, dos armas cortas también, un cuchillo atrás y un caballo alazán. Raya al medio con pañuelo, tatuaje en la piel. Se enamoró de una mujer que pretendía un policía, lo golpeó, lo puso preso un tal Farach Elías. Andate de Castex le dijo… corría el año 1919. Antes de irse, fue al boliche a verlo al fulano, con un revólver en mano. Le agujereó el cuello y lo dejo tirado ahí. Ahora sí fuera de la ley.
Por el mismo tiempo hubo otro bandolero… 19 veces preso. Al penal de Resistencia lo extradita el Paraguay, allí conoce a Zamacola y Rossi por el 26, 1897 en Monteros, Tucumán, el día 3 de marzo lo dan por bien nacido: Segundo David Peralta, alias Mate Cocido. Entre Campo Largo y Pampa del Infierno, el pagador de Bunge y Born le da 6.000 por no ser muerto. Gran asalto al tren del Chaco, monte de Saénz Peña, Anderson y Clayton firma algodonera, 45.000 a Dreyfus le sacaron sin violencia. El gerente Ward de Quebrachales 13.000 le entrega, secuestro a Negroni, Garbarini y Berzon. Resistió fuera de la ley.”

Ambos nacieron y vivieron en la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX, un país en el que todo era patrimonio de un grupo de privilegiados, una oligarquía que dominaba los destinos políticos y económicos de la región, sostenida por sus relaciones comerciales con Inglaterra y amparando su poder en el monopolio del uso de la fuerza. Muy pocos eran capaces de rebelarse ante semejante opresión y menos para asumir la causa de una mayoría pobre. Las rutas de ese desafío, las recorrieron Bairoletto y Peralta, pagando con sus vidas las pérdidas que les causaron a pudientes y represores.

“Bairoletto cae en Colonia San Pedro de Atuel, el último balazo se lo pega él… Sol, arena y soledad, cementerio de Alvear, en su tumba hay flores, velas y placas de metal. El último romántico lo llora Telma. No sabrán de mí, no entregaré mi cuerpo herido… ¿dónde está Mate Cocido? Corría el 36 y lo quieren vivo o muerto 2.000 de recompensa, se callan los hacheros. Logró romper el cerco de un tal Cáceres torturador de Gendarmería que tenía información.”

Tuvieron la suerte de conocerse en vida y planearon ciertas tropelías, las más temerosas no pudieron llevarlas a cabo, pero sus bandas actuaron juntas en otros episodios. Románticos, heroicos, temerarios; protagonistas de cualquier cuento real, bandidos, claro que sí, pero conscientes del lugar social que ocupaban, solidarios con sus hermanos de origen y honestos, de principio a fin, con las motivaciones de sus causas. Próceres de la defensa de los humildes para muchos y con eso les alcanza para ocupar esta sección.

“En un lugar neutral, creo que por Buenos Aires, se conocen dos hermanos de este barro, de esta sangre, y dejan un pedazo del pasado aquí sellado y deciden golpear al que se roba el quebrachal. Por eso las dos bandas cerquita de Cote Lai, mataron a un tal Mieres, mayordomo de La Forestal. Se rompió el silencio en balas, robo que no pudo ser. Dos fuera de la ley.”

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