sábado, 5 de julio de 2008

Payador perseguido

Para muchas generaciones de argentinos jóvenes, lo más cercano que pueden apreciar de Don Atahualpa Yupanqui, es una canción que popularizó la artista Soledad Pastorutti, relacionada con una nueva forma de entender el folklore y la música ciudadana (aunque bastante deformada de sus raíces). Pero este “pergaminense”, nacido el 22 de Enero de 1908 y fallecido en suelo parisino, es tanto más que una simple canción.

“Yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar. Gente de mano caliente por eso de la amistad, con uno lloro, pa’ llorarlo, con uno rezo pa’ rezar. Con un horizonte abierto que siempre está más allá. Y esa fuerza pa’ buscarlo con tesón y voluntad”.

Justo en el centenario de su nacimiento y, a escasos 16 años de su partida, merecido es el homenaje a uno de los cantautores prolíficos que dio la República Argentina. No sólo el mérito a sus letras y música es para destacar, más aún, es la profunda influencia con la que surtió a eximios poetas de las letras hispanoamericanas: Joan Manuel Serrat, Alfredo Zitarrosa y Silvio Rodríguez, por caso. Deslumbró a la francesa Edith Piaf, lo que le significó, además, el ingreso a una cultura vedada, como la francesa, en su estadía europea.

“Soy un cantor de artes olvidadas que camina por el mundo para que nadie olvide lo que es inolvidable: la poesía y la música tradicional de Argentina.”

Si se trata de formar una discoteca con su obra seleccionada, no podría faltar entre los catálogos: El canto del viento, que refiere a la misma concepción de folclore, Chacarera de las piedras, La añera, El alazán, Luna tucumana, Camino del indio, Zamba del grillo, Los ejes de mis carreta, El alazán, El arriero, Los hermanos, El cielo está dentro de mi, Indiecito Dormido, El payador perseguido y Minero Soy, estas últimas, con reminiscencias políticas.

“No sé soy creyente; cuando le preguntaban eso mismo a mi padre, él repondía, en broma, que era dudante. En lo que hace a mí mismo, no soy religioso. Tengo por ahí algún sarampión místico que repentinamente me inquieta”.




Ahora bien, pensar que Yupanqui sólo es sinónimo de música, sería caer en un craso error, hilvanar apenas un puñado de su existencia, que tiene más compromiso que sus inolvidables creaciones artísticas. Fiel a la política “yrigoyenista” de la década del 20, colaboró en el movimiento insurgente entrerriano de los hermanos Kennedy que se alzó contra los militares que provocaron el primer Golpe de Estado. De allí provino su exilio inicial, en tierras uruguayas, sitio que también sería resguardo, en sus primeras enemistades con el Peronismo.

“Cuando se abandona el pago y se empieza a repechar, tira el caballo adelante y el alma tira pa´atrás”.

Su compromiso político trascendió las fronteras de una mera declaración y tuvo participación activa, afiliándose al Partido Comunista. Más adelante, comenzó a defender algunas posturas peronistas que le valieron la censura de una nueva Dictadura: la Revolución Libertadora, que cobró vida para el año 1955. Como podrá observarse, su defensa del sistema democrático fue ejercida desde la música, pero en igual medida, poniendo en juego cuerpo y alma para defender la causa.

Decía al donar su casa para una suerte de centro cultural- científico:
“Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo”.

Fue encarcelado ocho veces por defender causas que creyó justas, multipremiado en la Argentina, Japón y todo el continente europeo, reconocido por propios y extraños como un poeta sin comparaciones. Su compromiso con la verdad y las raíces de esta tierra, no podrán negársele jamás, tanto, que sus restos descansan hoy, en ese rincón… su esquina en el mundo del Cerro Colorado.

“Un deseo profundo vive en mí: ser un día el rostro de una sombra sin imagen alguna, y sin historia. Ser solamente el eco de un canto apenas acorde que señala a sus hermanos. La libertad del espíritu”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si alguien merece ser rescatado entre los próceres de nuestra tierra,ése es,sin dudas,Don Ata.Muy buena elección y los datos sobre su vida que resaltan en la nota,algunos de los cuales,no son nada conocidos.¡Adelante!,con esta columna inspiradora.Ana